Arico constituía el sector más septentrional del Menceyato de Abona, de manera que la comunidad prehispánica se asentaba en pequeños poblados de cuevas en los principales barrancos del territorio por sus condiciones ecológicas y de disponibilidad de agua. Tras la conquista, familias castellanas y portuguesas, así como algunos pobladores procedentes de Gran Canaria, se establecieron en este lugar, fusionándose con los guanches supervivientes y perpetuando el modelo pastoril que había caracterizado a la etapa prehistórica. Este proceso de transculturación entre el mundo aborigen y europeo tiene su reflejo en la temprana construcciónde la ermita de Nuestra Señora de la Merced en la Punta de Abona, a principios del siglo XVI.

Desde los primeros momentos, la deforestación del Término se vio estimulada a un ritmo cada vez más intenso, por la demanda de dos productos de gran interés comercial: madera para la construcción de edificaciones, infraestructuras y embarcaciones, así como pez para la fábrica naval. Ambos productos se transportaban hasta la costa para su exportación a otros puntos de la Isla y del Archipiélago e, incluso, a la Península. El embarque se efectuaba por la Caleta o Puerto de Abona -El Porís-, que mantendrá una función portuaria ascendente hasta bien entrado el siglo XX.

El primitivo núcleo de Arico, configurado por una pequeña aglomeración edificatoria y numerosas viviendas dispersas, pertenecía a la jurisdicción administrativa y parroquial de San Pedro de Vilaflor, pasando aPIO tener parroquia propia a partir de 1639, cuando se produce la segregación a raíz de las presiones de varios vecinos de la zona y de la construcción de la ermita de San Juan Bautista en el Lomo de Arico (1602).

En 1722, Arico absorbe el caserío de Fasnia y los pagos de La Zarza, Sombrera, Sabina Alta y Valencia, segregados de Güímar y pasando a depender civil y religiosamente de su jurisdicción. A lo largo del siglo XVII se produce un ligero crecimiento demográfico, alcanzándose los 1.034 habitantes en 1688, aunque manteniendo su carácter disperso. A la vez, adquirían fisonomía los nuevos pagos, como El Río o Arico el Nuevo. Esta expansión se fundamentó en una reorientación del modelo económico del territorio, que inicia una notable actividad roturadora, dedicada a sementeras, frente a la ganadería extensiva tradicional.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX se fue creando una estructura de clases en la comunidad campesina de Arico, en la que una minoría de propietarios y grandes arrendatarios acaparó las extensas haciendas de la zona, mientras que un amplio colectivo campesino, empobrecido y ajeno a la propiedad, vio limitado su acceso a pastizales y baldíos realengos, en el proceso de privatización de este patrimonio llevado a cabo por los grupos pudientes, como respuesta al estímulo generado por el aumento del precio del grano en el mercado doméstico. La segunda oleada roturadora tendría lugar a partir del siglo XIX, ampliándose la superficie cultivada hacia los baldíos de costa y hacia las tierras de cumbre, lo que, a largo plazo, determinó una contracción de los rendimientos medios, al ponerse en explotación terrenos más improductivos y estériles.

Es en este periodo cuando se desencadena una primera oleada emigratoria desde estos sectores del Sur hacia los centros urbanos de la Isla. No obstante, la economía agraria conoce una ampliación de las huertas bajo riego, cuya aparición se remonta al siglo XVIII, acompañada de la introducción del millo y la papa, aprovechando los manantiales del sector de cumbres: Madre del Agua, El Brezo, Añaza,…

En 1812 se crean los modernos municipios y el término de Fasnia se segrega de Arico, si bien desde el punto de vista económico todo el siglo XIX se caracterizó por una fase de crecimient, avance demográficoe, incluso, un débil saldo migratorio positivo. El cultivo de la barrilla para obtener sosa natural permitió optimizar la capacidad productiva del territorio, al adaptarse plenamente la nueva simiente a los secanos marginales costeros, al tiempo que sus exportaciones a los mercados europeos conectaron la comunidad con los beneficios del comercio exterior. La ruina del ciclo barrillero fue paliada de inmediato por la introducción de la tunera orientada a la fabricación de cochinilla. La mayor rentabilidad del nuevo cultivo determinó que se plantaran de nopales buena parte de las parcelas dedicadas a los granos, cuya competencia con el cereal extranjero era imposible a raíz de la instalación de los Puertos Francos.

En estas fechas se produce una mejora en los servicios e infraestructuras de la municipalidad, inaugurándose el cementerio en 1854 , en la zona baja de El Lomo, o la recogida de los sobrantes de agua mediante la fábrica de unos lavaderos, abrevadero y estanque, cuyo excedente era repartido entre los vecinos; así como una escuela pública. No obstante, la estructura urbana era sumamente arcaica, repartiéndose la población en 48 pequeños caseríos, cuya arquitectura estaba reducida a unas pocas casas de dos pisos y la mayoría terreras de piedra seca y tejado de paja, mientras que la cuarta parte de los habitantes aún vivía en cuevas.

La crisis de la cochinilla a finales de siglo provocó una fuerte oleada emigratoria a Cuba, que pronto se vio compensada, en el caso de Arico, con la expansión de los nuevos cultivos de riego -tomate y papas- orientados a la exportación. Los efectivos demográficos del territorio conocieron un persistente crecimiento, sólo interrumpido por la fase de contracción motivada por la 1ª Guerra Mundial y la decadencia temporal de las exportaciones, apoyándose en el saldo vegetativo del propio Municipio y en la afluencia inmigratoria de población foránea, que llegaba anualmente para trabajar en el tomate, en régimen de aparcería.

La expansión agraria y poblacional exigió la mejora de la tradicional red de transportes, fundamentada en los ?caminos reales? y otros senderos de menor entidad, desarrollándose un sistema de caminos y carreteras que conectaban las fincas de medianías con los embarcaderos del litoral; los más importantes El Porís y Las Eras, donde se desarrolló, asimismo, una modesta actividad de construcción naval. Este tráfico de cabotaje perduraría hasta los años 50, una vez se había construido la carretera C-822, que llegó a Arico en los años 20. En la primera mitad del siglo XX aparecen nuevas infraestructuras y servicios, como la estafeta de correos o la estación telegráfica y telefónica; la modesta industria conservera de El Porís; el faro de Punta de Abona (1899) o el aeródromo del Bailadero (1923), en la carretera entre Arico y El Porís.

En 1916, y al hilo de esta fase expansiva, Arico recibe el título de Villa, mientras se asiste a un relativo arranque de la estructura productiva, construcción de diversas escuelas en los pagos del Municipio -El Río, Icor, La Cisnera, Arico Viejo,… La Guerra Civil, y luego la 2ª Guerra Mundial, interrumpieron este proceso de modernización económica y social, si bien sus efectos fueron mitigados provisionalmente por las obras hidráulicas de los primeros años del franquismo y por la expansión de la superficie irrigada hacia cotas más bajas. Pero será a partir de 1950, cuando se inicie la drástica regresión de la población municipal producida por la continua emigración a Venezuela y al área capitalina Santa Cruz-La Laguna, como consecuencia de la crisis de la agricultura tradicional y el fracaso de la implantación turística en el litoral del Municipio.

Esta tendencia se ha mantenido hasta fechas relativamente recientes -la década de los 80- debido a un incremento del flujo migratorio hacia los grandes centros turísticos de los municipios más sureños (Arona, Adeje, Granadilla). Sin embargo, la apertura de la Autopista del Sur (TF-1), con la consiguiente mejora de las comunicaciones, el ahorro de tiempo y la dinamización del transporte de personas y mercancías, ha propiciado una inversión de la tendencia e, incluso, un crecimiento notable concentrado en los enclaves de autoconstrucción que se desarrollan en el litoral: La Jaca, Tajao, Las Maretas, Las Eras, … Paralelamente, la diversificación productiva, el estímulo del turismo rural, la revalorización y recuperación de la actividad agraria, así como los nuevos servicios vinculados al sector terciario han generado un cierto despegue demográfico y económico.